miércoles, 9 de octubre de 2013

El felíz año de los Piedras Negras

EL FELIZ AÑO DE LOS PIEDRAS NEGRAS
(Publicada Peña Taurina Universidad Nacional enero 1972)

 JORGE ARTURO DIAZ REYES


Cañaveralejo, 1º de enero de 1972, sol, calor y lleno. Siete toros mexicanos de Piedras Negras, 7º regalo, en Saltillo, nobles y bravos todos, indultados 1º y 6º, "Postinero" y "Pluma Blanca", vuelta para 3º y 4ª, los otros tres ovacionados. Pepe Cáceres, dos orejas y dos orejas simbólicas. Palomo Linares, oreja, palmas, y dos orejas en el de reglo. Eloy Cavazos,  oreja con fuerte petición de otra y dos orejas simbólicas.  

Lleno total y gran algarabía encabezada por los espectadores de Sol General, algunos, borrachos desde la noche anterior, lanzándose unos a otros el contenido de sus botas, harina, anilina y otras delicadezas. La empresa, a pesar de que la boletería en Cali está vendida siempre, para impedir que los abonados se quedaran en casa, descansando de la celebración del añonuevo, puso cartel de postín.

Los toros: de Piedrasnegras, apodados los "Miuras mejicanos" en alusión a su ancestro y a su prontuario en el que figura entre otros el célebre matador Alberto Balderas. Los toreros: Pepe Cáceres figura de Colombia; Eloy Cavazos, de Méjico, quien por estos años sin salir de su país igualaba la marca, entonces descomunal, del "Cordobés" (120 corridas en el año) y Sebatian "Palomo" Linares, de España, pero "torero de Cali" en la cima de su popularidad.

PEPE CÁCERES, que a pesar de haber construido en este ruedo faenas monumentales, nunca fue bien entendido ni bien querido por un sector gritón e influyente del público caleño; tenía ahora, para colmo, una pelea especial, casada exactamente doce meses antes cuando, frente a estos mismos alternantes y a un encierro mejicano de Llaguno, buscando enmendar su desastrosa presentación, ese 31 de diciembre de 1970, regaló el último toro del año, regalo que no le agradecieron, que le pitaron y al cual terminó malmatando frente a la puerta de toriles, teniendo que cruzar todo el ruedo, con la cabeza baja, de regreso al burladero de matadores, en medio de injurias, cojines y el escarnio más humillante. Soberbio siempre, al llegar a la barrera se quitó las zapatillas y las sacudió contra las tablas en un gesto contestatario: "de esta plaza, ni el polvo de los zapatos".

Como si fuera poco, es misma noche, en el hotel, tuvimos que intervenir algunos amigos para que no se diera golpes con un grupo, que pasado de tragos, como él, lo zahería. Así era, nunca rehuyó la pelea. Bueno, como son las cosas, Pepe salió, no se porqué, vestido de luto y oro. Inerme, aguantó la bronca que se prolongó después del paseillo, hasta que su lanceo, reminiscente y lírico, al primero de los siete cárdenos que se lidiaron esa tarde fue haciendo prevalecer los oles sobre las insultos y los aplausos sobre los berridos.

No brindó. Al público se le había ido pasando el rencor pero al perecer a él no. Sin preámbulos, en el tercio, de frente se cruzó con el toro, erguido, lo citó de una vez por naturales, nada de pases de tanteo, con la espada en la derecha, tras el cuerpo y la izquierda por delante balanceando el estaquillador en la punta de los dedos, estremeció el trapo y el animal se arrancó tras él a galope, y lo siguió, y lo siguió, y lo siguió codicioso pero sin tocarlo. Solo girando sobre su pie derecho clavado a la arena como la punta de un compás, Pepe dio veintiún naturales bajos, cargados, lentos, largos, majestuosos, ligados en tres tandas de siete, sin enmendar el terreno y todas tres rematadas con el forzado de pecho pa'dentro. Después de la primera, casi todo el público, olvidó los agravios, la bronca, el pasado, la con y la sinrazón. La banda de músicos, alebrestada, suspendió el pasodoble y sopló, a todo pulmón, el Bunde Tolimense.

Sol General peló el cobre del nacionalismo y la plaza vibró, tras cada pase, con oles retumbates. Pepe no levantó la mirada, no sonrió, solos el toro y él se trenzaron en una brega en la que uno no paraba de embestir y el otro no paraba de cargar las suertes de su largo repertorio. La faena siguió, in crescendo, más allá del reglamento. El público comenzó a pedir indulto, la cosa continuaba, la petición se generalizó, discusiones en el palco presidencial; ¿perdón o aviso? apremios en el callejón y en el tendido, pañuelos blancos, griterío. El indulto para “Postinero”. Sí. Apoteosis. Las dos orejas simbólicas, la locura del público. Entre clamor y música, él, caminó ceremonioso, frente a la barrera se inclinó, recogió mi sombrero, y siguió con él en la mano, dando la vuelta despacito, en medio de aplausos, flores, prendas, y gritos de torero! torero! Sin alardes, sin concesiones, tan enfurruñado como sus recalcitrantes detractores que rumiaban amargura objetando el triunfo.

Con el cuarto “Soy de seda”, Pepe arrasó a sus malquerientes, crecido, toreó más y más, para sí, soberbio y jaleado mostrando la casta del animal. Repitió su apoteosis del primero y aunque no hubo indulto, con capa y muleta, esculpió una obra de arte, en esa piedra del clasicismo sobre la que había levantado el credo "Cacerista". Remató con estocada perfecta, como pocas veces, que le valió las dos orejas y dos vueltas al ruedo. Pero ni así se contentó con sus malquerientes.

ELOY CAVAZOS, diminuto  con su toreo barroco, alegre y tan mejicano puso la plaza pata arriba, hizo sonar los corridos rancheros, e medio de fuirosa petición de dos orejas recibió solo uno que tiró al suelo y arrancó ruidosa vuelta al ruedo por por el otro lado.
Eufórico, se superó a sí mismo con el quinto "Pluma Banca", bravísimo, motivando su indultó para recibir trofeos simbólicos en medio del delirio, los sones de "Adelita" y el coro Méjico! !Méjico!

PALOMO LINARES, capaz de cualquier cosa por no dejarse ganar, armó un escándalo con su toreo valiente, tremendista, de rodillas, de desplantes, pero con la espada malogró la faena del tercero. El ídolo  de la grey palomista, que tantos feligreses apacenta en Cali, picado, vehemente al ver que en un cartel trinacional, España, representada por él, quedaba en minusvalía se arrimó como un poseso y arriesgó todo en el sexto, para terminar, otra vez, tardando con el estoque y recibir solo una oreja. Con desesperación pide otra oportunidad y permiso para lidiar el sobrero que, fiero, parte plaza y remata contra el burladero arrancándose el pitón derecho por la cepa.

Frustración y rabia. Definitivamente no estaba de suerte Sebastián. En gesto de hombría hace toda la faena a milímetros del indemne pitón izquierdo, el trasteo es impecable pero la estampa del toro, con la cara y el muñón del cuerno ensangrentados, impide que haya emoción diferente a la compasión por el animal. Mata en sitio, y recibe dos orejas del maltrecho.

De los siete cárdenos, Piedras Negras que abrieron el año, tres fueron aplaudidos en el arrastre, dos dieron la vuelta al ruedo y dos se fueron indultados. Como en los viejos carteles: 7 toro bravos 7.
Jorge Arturo Díaz Reyes, Cali enero 2 1972

No hay comentarios.:

Publicar un comentario